Cuando el silencio inunda dentro muy dentro, de la osamenta al florecer en la erizada piel.
Llegas cabalgando en la ansiedad de la incertidumbre, en la necesidad propia del abrazo anhelado.
Llegas como un grito callado, cual viento huracanado recorriendo el sentir de la soledad del alma.
Apaciguante e inquietante llegas y con ella el aroma de la piel, la profundidad de la mirada, la oculta esperanza ingenua del amar.
Llegas bañada en sudores temerosos de un tal vez destrozado en pecho abierto.
Llegas en ella y sin ella nunca jamás.
Profunda y llana en un instante vulnerable de corazón desnudo, emancipada llegas aún sin nada ser, aún sin jamás nacer pero llegas, cual bocanada elíxica llegas.
Llegas vestida de blanca seda para ser plasmada en un toque de lo bello del sentimiento nacido para enlazarse hasta quemarse.
Con desnudez del alma llegas...
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