Te entrego mi existencia efímera de pasajero por esta, quizás porque desde antes de su llegada ya te pertenecía.
Te entrego mis años medios o los que de ellos queda, para que vivas la intensidad de tus mejores.
Te entrego mis sueños encantados, por qué el mejor encantamiento eres tú en mi vivir cotidiano.
Te entrego mis sonrisas y mis pupilas brillantes, como no hacerlo sin son el espejo de tus propias sonrisas y del brillo de las tuyas.
Te entrego también la libertad de salir corriendo, porque el amor verdadero es el amar sin más posesión que el propio sentimiento.
Te entrego mi voluntad y mi destino para que al tenerlos en tus manos de ellos tomes si es tu deseo.
Te entrego al compañero sincero, al amante fiel, al hombre, al niño y al furtivo enamorado que renace al alba en cada amanecer.
Te entrego mi mirada cercana, la que se cruza con la tuya para fundirse en pupilas temblorosas, esas que te delatan de enamorada.
Te entrego mis caricias todas en una sola caricia del alma, que se entrega dadora para llenar la tuya y colmarla.
Te entrego mis minutos contados que suman años para dejar en ti mi huella y en mi la tuya cuál fierro que ardiente en la pasión nos vuelva una en el universo.
Te entrego todo y nada, por qué nada te pido y todo te pongo y entre tus dedos estoy para ser bebido o dejado rodar entre ellos como el agua cristalina del manantial del amor verdadero.
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